Cuerpo, mente y espíritu: todos para uno y uno para todos

Somos una mesa de tres patas y, para funcionar correctamente, necesitamos que las tres patas se encuentren fuertes y midan lo mismo.

La curación y la sensación de plenitud personal sólo se producen cuando la mente, el cuerpo y el espíritu están en equilibrio, las tres patas de la mesa.

El equilibrio de estos tres aspectos es necesario para una vida feliz y plena. Y en los momentos de crisis, especialmente en esos momentos, es vital estar atentos para preservar el balance.

Los tres están conectados: la mente, el cuerpo y el espíritu. La debilidad o el desequilibrio en uno de ellos puede afectar negativamente a los demás.

Por ejemplo, el estrés emocional puede causar presión arterial alta y otras enfermedades en un cuerpo por lo demás sano. Del mismo modo, una enfermedad o lesión física puede causar depresión en una mente normalmente sana.

Fortalecemos el cuerpo para calmar la mente.

Calmamos la mente para liberar el espíritu.

Vamos a analizar el lugar que ocupa cada uno de ellos en esta triada indisoluble que es cuerpo-mente-espíritu, para que termines de entender que no hay uno sin el otro y que no puedes descuidar ninguno.

 

EL CUERPO, LA ÚNICA CASA QUE REALMENTE POSEES

El cuerpo es la única casa que poseemos de verdad. Es de vital importancia que cuidemos esta casa del mismo modo que cuidamos los «objetos necesarios» no tan necesarios (el coche, el móvil, etc.) de nuestra vida cotidiana.

En lugar de dejar que el cuerpo se relaje por demás y se ponga flácido, o llenarlo de venenos, o negarle el descanso que necesita, tómate el tiempo para invertir en este frágil recipiente. Al fin de cuentas es el vehículo indispensable para hacer el trabajo de la mente y el espíritu.

Invertir en ti mismo significa invertir en un estilo de vida y desarrollar una cultura personal que se nutra de la salud y el bienestar holísticos.

No estoy hablando de dinero, por supuesto. Estoy hablando de tiempo, conciencia y atención.

Puedes apuntarte a gimnasios caros o institutos muy exclusivos para levantar pesas o hacer yoga y ¡está bien! Pero también puedes salir a correr, andar en bicicleta o caminar en la naturaleza. La cuestión es hacer algo con lo que conectemos a un nivel muy primario.

La atención al componente físico del continuo «cuerpo-mente-espíritu» es esencial para el desarrollo humano integral y la realización de nuestro potencial.

A partir de la atención y el cuidado que damos a nuestro cuerpo, construimos un puente desde nuestro mundo exterior de experiencias hacia nuestra vida interior.

Una vez que hayamos satisfecho las necesidades del cuerpo, viene la cuestión de domar nuestra mente.

 

LA MENTE, ESE CABALLO SALVAJE

Domar la mente comienza con la práctica de la atención plena, que es lo que precede a la capacidad de meditar.

La atención plena se reduce a estar presente y prestar atención, sin dividirnos entre diferentes tareas o actividades, sino prestando toda nuestra atención a lo que tenemos delante.

La atención plena es el paso previo a la meditación, y la meditación, a su vez, refuerza la atención plena. Un bonito círculo virtuoso.

Hay muchas técnicas de meditación diferentes. En otro artículo desarrollaré las más conocidas. Porque no hay una que sea mejor que otra. Lo importante es que elijas una práctica de meditación que se adapte a tu personalidad y, como dije con la actividad física, con la que conectes a un nivel primario.

La mente es también el lugar donde vive nuestro «yo». Somos, literalmente, nuestra propia creación, en la medida en que son nuestras ideas, expectativas y suposiciones sobre el funcionamiento del mundo las que definen tanto nuestra realidad como a nosotros mismos.

Dejar atrás estas viejas formas de pensar es lo que nos trae la verdadera libertad y nos lleva a conectar con nuestra naturaleza divina y auténtica, es decir, con nuestro espíritu.

Dejar ir nuestros hábitos mentales negativos a través de la atención plena y la meditación abre la prisión que nos mantiene atascados repitiendo los mismos patrones y representando los mismos dramas una y otra vez.

Dejar ir significa volver a nuestra naturaleza básica, descubrir y maravillarnos con la bondad genuina que habita en nosotros y en el mundo.

El cuerpo fuerte, la mente clara …

 

EL ESPÍRITU, EL UNO Y EL TODO

¡Espera! ¿Qué pasó con mente-cuerpo-espíritu? ¿Cómo llegó el espíritu ahí?

El siguiente elemento a considerar en el tejido de nuestra evolución y existencia es el espíritu. Se trata de algo más efímero e intangible, ya que es el aspecto transpersonal de lo que somos como ser completo.

El espíritu es algo que está tanto dentro de nosotros como fuera de nuestro «yo» (piénsalo). Ser espiritual es estar centrado y comprender que se forma parte de algo mucho más grande que uno mismo.

Cultivar un espíritu sano incluye formar parte de una comunidad, abrirse y compartirse con los demás. Dar sin esperar nada tangible a cambio. Un espíritu sano requiere amor, amor por uno mismo y por todo lo creado.

Nuestra conexión con el alma no tiene por qué adoptar ninguna forma concreta.

Muchos de nosotros nos quedamos por un tiempo atrapados en las formas y preceptos de nuestra religión de nacimiento para más tarde descubrir una conexión con un nuevo modo de espiritualidad, como la Cábala, el Yoga, o el budismo.

La forma que nuestra espiritualidad adopte no importa, la profundidad de la conexión es lo que la hace genuina.

Para algunos de nosotros, el alma será hundir las manos en la tierra húmeda del jardín para cultivar plantas. Para otros, puede ser participar en los rituales del budismo tibetano o el yoga tántrico.

El punto es que, al igual que con nuestra elección de la práctica física, nuestra elección de la práctica del alma debe ser impulsada por lo que nos conecta en un nivel primordial. No puede ser algo impuesto y sabrás reconocerlo porque te movilizará de manera intensa interiormente, te costará poner en palabras la emoción que te hace sentir la práctica.

Sabrás que estás conectado con tu espíritu porque lo sentirás como una epifanía.

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Cuerpo, mente y espíritu. Somos eso, cada una de esas partes por separado y todas a la vez.

La comida y las relaciones sanas, el ejercicio, la atención plena, la comunión con el universo son algunas de las prácticas diarias que cambiarán tu vida para bien y le darán el sentido que buscas.

Y como siempre, si no sabes por dónde comenzar, cuenta conmigo.

Un abrazo,

Ankor

Foto por Zac Durant en Unsplash

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